Por: Miguel Ángel Ortiz
Eran las cuatro de la
mañana, en el afán de un sueño sin fin tornado en pesadilla se encontraba en la
superficie de la piel. Es la primera en este día. El miedo estimula la ansiedad
y las primeras gotas de sudor empezaron a verse. Ella es una de tantas. Reposaba
en el cuello lampiño de aquel medico que descansaba de un turno largo y
catastrófico, acababa de perder a uno de sus pacientes, un niño de 10 años que
murió de cáncer.
Al lado de una cicatriz de niñez
se encontraba la gota de sudor, salada y tibia
divisaba a lo lejos mas gotas asomándose, teme perderse en la
inmensidad, y es así que resbalándose lenta y cautelosamente por el pecho del
joven médico que aún seguía dormido. Reposa
en una de sus costillas, que por las largas jornadas se habían marcado más,-“no
quiero ser una gota de sudor más, quiero ser libre, poder vivir y renacer en el
mar; quiero ser parte de esa inmensidad”; señalaba la gota al buscar la manera
de salvarse. Siguió su camino y se tropezó con
más gotas que en el auge de lamentable situación saltaban desde alturas
perdiéndose en la invisibilidad del entorno. Era una habitación en la playa,
era oscura y desordenada, nada podía guiar su camino, pero aquella aun cargaba
un sueño, una razón para luchar y un destino por el cual vivir. Había nacido
para para desaparecer, y por un estimulo de la sensación de miedo, pero ella se
negaba a aceptarlo.
Luego de pasar el abdomen y
recordar aquel momento en que fue creada (más precisamente en las glándulas sudoríparas),
cuando les impartieron las indicaciones que debían seguir, - “debes ser una
simple gota y morir en el intento”.
De repente, el medico en el
clímax de su sueño despertó de un impacto, sacudió su cuerpo y se levantó
bruscamente, la gota se aferra con toda la fuerza que podía tener, casi le era
imposible mantenerse y esquivar las sabanas húmedas y olorosas por sus
compañeras que ya habían desaparecido, pero lo consiguió.
Se deslizó ágilmente y se
alojó en el ombligo, esperando que algo posterior le ayudara a cumplir su
cometido. Pasan algunos minutos, 5 o 10 pero en realidad no supo cuántos. De
repente rompió el fúnebre y abismal silencio de aquel oscuro y abominable
lugar, otra gota de sudor que buscaba un escape; no faltaron palabras para descubrir
lo sucedido, la impregnación de aquellas dos gotas divisándose era más que
suficiente. ¿Al caso podría tener sentimientos, si solo fue fabricada para
morir?; se cuestionaba la gota de sudor cambiando su ansiedad en solo silencio
y tranquilidad, solo los dos se tenían y por una atracción inexplicable se
acogían.
Rayando ya las 5 y 10 de la
mañana el anfitrión de las gotas decidió caminar en la playa, sin camisa y sin zapatos; no podía soportar la idea de que
aquel niño, de tan solo 10 años había muerto, aun conservaba en su mente las
lagrimas que derramaba de manera
mortuoria la madre de la víctima. era el primero de sus casos y se cuestionaba
una culpabilidad.
El caminar lento agitaba el
abdomen y a su vez ocasionaba un diminuto cismo produciendo el temblar de las
gotas a cada paso. La gota de sudor miró al horizonte y vio brillante, ante una
luna desapareciendo en el amanecer aquella inmensidad de agua, era el mar, era
su sueño, y estaba tan cerca de cumplirlo junto a su otro nuevo deseo, la otra
gota de sudor.
Luego de mucho pensar,
decide arriesgarse y saltar a un recipiente
en forma de plato que yacía en la playa,
-“vamos, lo lograremos juntos, seremos parte de la inmensidad, de una eternidad
de aventuras y de un sinfín de
amaneceres” le decía la ilusionada gota de sudor a la otra.
Continuando, así mismo luego
de muchas divagaciones y planteamiento, lo decidieron, ¡saltaran!, en nombre de
un sueño, de su pasión de ser y de su amor (que había acabado de descubrir)
para así continuar juntos.
Se escuchaba solo las olas
del mar y a lo lejos un eco interminable que abrazaba la oscuridad latente del amanecer, y sin mas
pensarlo la gota del sudor salta y cae justamente en el plato. -salta!, le
grita a su compañera que esta justamente en el borde del ombligo, -“ tengo
miedo, ¡no puedo!”, responde la gota de sudor que aun no sabia si el mar era su
sueño.
Pasó alrededor de un minuto
cuando un movimiento repentino del joven médico, con una toalla sobre su
abdomen, sesgo la vida de la gota, su único amor, que minutos atrás había
acobijado en el ombligo de aquel temeroso hombre, ya no existía, ya se había
ido y con eso una ilusión mas.
La gota pasmada de dolor se
lanzó al mar y se perdió en el infinito horizonte, solo se dejó llevar y guiar
por las olas fuertes que golpeaban su ser; cumplió su sueño, pero su libertad
ya dependía de algo mas que el egoísmo de salvarse sola, dependía del amor de su vida de su amada, de… su gota de sudor.
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